¡Qué hallazgo! Entre el angustioso estrépito de La Colmena, y escarbando por las rumas de discos viejos de los ambulantes, en cuclillas, con los ojos ávidos en cada carátula, descubrí la grabación de “retreta”, hecha por Sono Radio…casi ochenta músicos republicanos de guerrera roja con alamares dorados, figuran en la tapa en actitud de embocar los fulgentes bronces, allí en la hermosa glorieta morisca de una plaza de Magdalena Nueva…ese disco se lo había ofrendado el día de su cumpleaños a mi madre, uno como hoy que me despierto para escribir esta nota….¡hace veinte años! Cuando la aguja hiere el cauce de los surcos, un huracán melódico, un ansia profunda, como si uno navegara en un lago de fuego en alas de valses sobrenaturales, surge con la inimitable maestría de esta banda inmortal…Ah, músicos de la republicana, orgullo del limeño que paseaba sosegadamente su ciudad, cuando las nubes se aclaraban sorprendidas por ese concierto que atronaba los aires con “Hermelinda”, “Amarte es mi delirio” y “Crueldad”, para rematar con un tondero encerrado en la caja de cristal del tiempo… 

Veo aquella noche, cuando aún la ciudad albergaba sentimientos nobles y generosos, y Sérvulo, bailando ágil y toreril; de pronto exclama: “si nuestros cachimbos dieran una retreta en el Luxemburgo, dejaban boquiabiertos a los parisienses”… Y sigo fascinado cada vez que dejao caer el agua sobre el disco. ¿Por qué no volverán esas retretas?

¿La banda de la Guardia Republicana nos devolvería los sueños en las plazuelas de la vieja Lima? Ellos son trovadores privilegiados que hacen murmurar el silencio, y la imaginación deshiela sus ojos cuando resuenan las tubas y clarinetes, y gime el vendaval de flautines en la cadencia ampulosa, trágica, majestuosa de los trombones. ..

La banda de la Guardia Republicana es la comentadora de los estupores del tiempo, y la historiadora de la poesía popular en la dulzura del momento, y en la gravedad mística de las procesiones. La que anima la exultante coreografía de los desfiles marciales, adicta de Verdi y Wagner. Igual nos conmueve con la luminosa energía de Pinglo.

¡Ah, si volviera a verlos, apretados en una plazuela con sus habituales uniformes verde bronce! Como la última vez, en la Merced…Un trigueño cuarentón repicaba las castañuelas con una lisura espléndida en los ojos por los que rebasaba la vida. La vida fulgurando en la noche de retreta. ¡Ah, banda de la Guardia Republicana, ah noche, ah retreta!

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